Chelua, Chalwa en los mapas no españoles es un pequeño pozo y un morabito en medio de un paisaje inhóspito, sin vegetación y rodeado por una sebja y terreno arenoso. Como había leído el nombre de ese sitio en un antiguo mapa, quise llegar hasta allí y conocerlo. Cuando hace muchos años comencé a planear la travesía del Sahara Occidental, ese punto estaba en la ruta original.

En un llano desolado hay un pequeño pozo y un morabito circular. Pero, hay otra construcción, parece un antiguo fuerte amurallado. Aparco y visito el pozo y el morabito. Por la cercanía de la sebja el agua de pozo debe ser salobre con seguridad. El morabito está impecablemente limpio y perfumado. Ha avanzado la tarde y echo un vistazo a la construcción. Debe ser habitada eventualmente por pastores porque está completamente surtida. Hay camastros, mantas, utensilios de cocina, sal especias, aceite, gas, libros del Corán, velas… Decido quedarme allí a pasar la noche con dos vencejos que me hicieron compañía.
Me pareció un pequeño fuerte español por su disposición. Había tres habitaciones, unos almacenes y todo estaba rodeado por un muro con torres en las esquinas. A la vuelta de mi viaje consulté sobre el fuerte de Chelua a amigos y conocidos que hicieron la mili en el Sahara. Me sorprendió por que recordaban el nombre de Chelua pero no que hubiera instalación alguna.
En 2017, planificando la travesía del Sahara Occidental fuera de asfalto en bicicleta de Judith Obaya, decidimos finalizar una etapa allí. Las tentaciones son muchas para decidirse por Chelua para pasar la noche: la comodidad de no tener que montar la tienda de campaña, cocinar protegiéndonos del viento y dormir sobre unas alfombras y pieles de borrego bajo techo. Después de una etapa muy dura, no la más larga pero si una de las más complicadas, con terreno blando, el paso del mar de dunas del erg Draa Afrarir y un fuerte viento lateral hasta llegar a Chelua. Cuando llegamos había otro coche. Al oírnos llegar salió un hombre alto y delgado de la vivienda. Le comuniqué que se hacía de noche y habíamos pensado pasarla en este lugar. Me contestó que era su casa y que con mucho gusto nos invitaba a pasar la noche en ella. Ordenó a otro hombre barrer una habitación y colocar unas mantas en el suelo. Nos invitó a tomar te en la habitación que él ocupaba, la más espaciosa y mejor preparada. La misma en la que ya había pasado la noche en dos ocasiones.
Le comenté que pensaba que aquel lugar era un antiguo fuerte español. Me corrigió, era su casa y llevaba unos cinco años construyéndola. El muro delantero no estaba derribado sino aún por construir. Aquellas tierras le pertenecían y el que había enterrado en el morabito era su abuelo, nieto de Maa el Ainin, fundador de la ciudad de Smara. Le dije que ya había pasado anteriormente dos noches en su casa y me respondió que siempre está abierta para el que la necesite. Él vive en Bojador y eventualmente pasa en Chelua temporadas de meditación. Terminamos con el te y nos invitó a cenar en aproximadamente una hora. Por supuesto aceptamos con gusto y nos retiramos a limpiar y revisar la bicicleta para la siguiente etapa, preparar nuestros sacos de dormir y lavarnos.
La cena fue deliciosa y la charla posterior muy amena. Como otros habitantes del desierto se alegran que unos extranjeros amen su tierra y disfruten su tiempo libre en ella. Para mi fue muy enriquecedor disfrutar de la conversación con este hombre que emanaba paz y tranquilidad. Al día siguiente después del desayuno nos despedimos de nuestro anfitrión. Antes de salir le pregunté si había algún inconveniente en que visitáramos la tumba de su antepasado y me contestó que si lo hacíamos descalzos y con respeto no había ningún problema. Completada la visita continuamos nuestra peregrinación hacia la frontera con Mauritania. La jornada sería dura puesto que el viento no había amainado y había bastante terreno arenoso por delante.
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